Inicio: Año 1870
Fin: Año 1914
Si no es del todo cierta la teoría de la parálisis económica de Rusia a partir de 1800 (después de la política económica expansionista de
Pedro el Grande en el siglo XVIII), como ha sustentado Florinsky, también es verdad que pocos historiadores (como es el caso de Blackwell) atribuyen importancia decisiva al período industrializador anterior a 1861. En realidad, la mayoría de los especialistas hacen hincapié más bien en los signos de arcaísmo que en los de progreso. Así pues, el dato cierto es que hasta 1870 el desarrollo de la industria rusa fue escaso y relativamente rápido desde esa fecha.
Las causas de este crecimiento se han discutido mucho. Debido a las circunstancias geográficas rusas, Baykov da más importancia a la construcción del ferrocarril, mientras que el historiador de la economía norteamericano Gerschenkron reconoce el valor de estímulo que tuvo la
liberación de los siervos y los
cambios a que dio lugar en la sociedad rusa. De cualquier forma, el hecho constatable es que, entre 1870 y 1914, la producción industrial y minera se multiplicó por ocho, lo cual equivale a decir que siguió un proceso casi tan rápido como Estados Unidos durante dicho período y más acelerado que el de Europa Occidental. No obstante, este crecimiento es discontinuo desde 1885, tal y como nos ha mostrado Gerschenkron quien, basándose en el índice de producción industrial compilado por el economista Kondratiev, estima un boom en 1890, un casi estancamiento en 1900 y un ascenso llamativo en 1910. Siguiendo a Tom Kemp, podemos resaltar algunos puntos importantes de este crecimiento económico.
Fue la
intervención del Estado la que, en bastante medida, proporcionó el capital y el mercado, sobre todo en el sector de bienes productivos. El papel del ferrocarril, en el que la mayor parte del capital fue estatal, resultó decisivo. La red ferroviaria se inicia en 1843 (inauguración de la línea Moscú-San Petersburgo) y en 1914 había ya cerca de 70.000 kilómetros de tendido de vía. Las importaciones de equipo y maquinaria ferroviaria exigieron una cantidad creciente de exportaciones y deudas, lo cual obligó a vender buena parte de los cereales, a pesar de que el índice de consumo de alimentos per cápita era muy bajo y de que muchos de estos granos provenían del canon que los campesinos tuvieron que pagar anualmente por la emancipación. Sin embargo, la red de carreteras permaneció prácticamente sin desarrollar: Rusia, en 1923, poseía menos kilómetros de firme asfaltado que Inglaterra un siglo antes, a pesar de que era noventa y una veces menor en extensión.
El petróleo fue otro factor. Un hallazgo en el macizo de Bakú, en cuyas prospecciones invirtieron los Rothschild, constituyó una fortuna. Rusia tenía carbón, fuente de energía de la Primera Revolución Industrial y petróleo, base de la segunda, del que carecía, en cambio, Inglaterra. Esto le permitió quemar etapas y acelerar su desarrollo. En doce años aumentó la producción catorce veces; a fin de siglo, con casi 6.000 empresas, ocupaba el primer lugar de la producción mundial, aunque las fuentes de energía no estaban bien administradas, quizá por su abundancia. Por otra parte, los dos sectores más importantes de la industria eran los textiles (especialmente de algodón, una vez superado el problema de los suministros en 1865, al terminar la guerra civil norteamericana) y la metalurgia.
Otro rasgo característico fue la desigual distribución de la industria: las factorías estaban localizadas de modo casi exclusivo en la Rusia europea, especialmente en las zonas de San Petersburgo, Moscú e Ivanovo, a las que había que unir las minas de carbón de Ucrania y el petróleo de Bakú. Aunque historiadores como Falkus estiman que el papel de los ministros de Hacienda anteriores a Witte fue importante, no cabe duda de que el más preclaro exponente del desarrollo se encuentra en Sergei Witte, ministro de Hacienda entre 1892 y 1903.
El problema que se plantea Witte es cómo desarrollar rápidamente un país en el que, según su propia expresión, "necesitamos capital, conocimientos y espíritu de empresa". En un país predominantemente agrícola como era Rusia, tal como sugiere Von Lave, un excedente de la producción sobre el consumo había de proporcionarlo el campesinado: para hacer máximo el excedente había que comprimir el consumo campesino. Esto se logró de dos formas: a través de los pagos de redención de tierras distribuidas en 1861 y con severas cargas impositivas que obligaban a comercializar toda la parte de la producción que no era estrictamente necesaria para el consumo familiar y la siembra. En la industria, los productos podían tener altos precios gracias al arancel proteccionista. Se montó así un sistema de distribución de la renta que protegía a los
empresarios industriales y al Estado, que utilizaba su capacidad financiera para dirigir la inversión hacia los sectores que consideraba preferentes y que, además, creó la demanda que la economía rusa había sido incapaz de generar.
Las ramas más favorecidas de las compras y subsidios estatales fueron los ferrocarriles, la industria siderúrgica y las extractivas conectadas con ella, así como la industria de bienes de equipo. El sistema se completó con la entrada de capitales extranjeros: la solidez del rublo y los altos beneficios que los derechos arancelarios y demandas estatales aseguraban, atraía un flujo considerable de capitales. La política de Witte produjo los resultados que éste esperaba: se registró una fuerte entrada de capitales extranjeros, sobre todo franceses y belgas. Se ha estimado que, entre 1890 y 1900, la aportación de capital extranjero superó la tercera parte del capital total de las sociedades anónimas creadas en el país y en ciertas ramas -por ejemplo, minería- fue más del 50 por 100. Estos factores indicados (disminución del consumo, crecimiento de la producción, actividad del Estado y aportación extranjera) hicieron posible que entre 1890 y 1900 la producción industrial creciera a una media del 8 por 100 anual, ritmo de crecimiento sólo superado en el mundo por
Japón. Sin embargo, el sistema económico ruso, a pesar de su rápido desarrollo sectorial (la industria pesada fundamentalmente), era débil. La crisis podía surgir en cualquier momento y surgió. A partir de 1898 la situación agrícola empeoró, las malas cosechas incidieron en una población que desde 1891 se había visto crecientemente empobrecida por las exigencias estatales, el hambre se extendió por el país. Sin reservas para asegurar su propia subsistencia, los campesinos no podían atender el excedente de producción para la exportación, ni las obligaciones fiscales.
La llegada de capitales extranjeros comenzó a bajar debido a la mayor tirantez de las relaciones económicas y políticas internacionales y al deterioro de la situación interior rusa. El Estado comprendió, en esa situación, que la única solución era disminuir la demanda de inversión del sector público: esto tendría como consecuencia inmediata una caída de toda actividad industrial, dado que no existía un mercado interior (el exterior no era posible porque el proteccionismo hacía que la industria rusa no fuera competitiva) que sustituyera al que había creado el propio Estado. La crisis se extendió de 1899 a 1906, período para el que la tasa de crecimiento industrial no llega al 1,5 por 100. En 1903 Witte perdía la cartera de Hacienda.
No por ello mejoró la situación. En todo caso, la industria rusa, como ha señalado Gerschenkron, continuó la concentración de grandes empresas impulsadas por el Estado (según este autor la formación de cárteles gigantes respondían a la penuria de los empresarios) y el capital extranjero, especialmente francés. Junto a este desarrollo industrial hay que llamar la atención sobre el hecho de que el artesanado, no sólo no desapareció, sino que incluso aumentó: en algunos sectores como la cristalería o la piel, fue la forma habitual de producción y en numerosas regiones los artesanos eran más numerosos que los obreros fabriles.
Además, el ahorro y el bajo nivel de consumo campesino hicieron posible el desarrollo y mantenimiento de una industria pesada. La mitad del capital era extranjero y la otra mitad, en gran medida, del Estado. Existía una fuerte concentración de industrias, tanto de localización como de administración y dirección, por parte de los intereses extranjeros y del Estado. En buena parte, el desarrollo industrial lo había sido a costa de exprimir el ahorro y el trabajo de los campesinos, sin que apenas éstos se beneficiaran, pues la orientación de la producción fue más bien a la industria pesada y no a la de consumo. Además, en los bienes de equipo o de consumo, la relación precios-coste fue siempre desfavorable para los campesinos.